Curiosamente es una de las pocas playas públicas en un destino donde muchos rincones están en manos de complejos privados. Matira se extiende enorme con su arena blanca, y un cordón de palmeras a poco del mar. Pero lo que más captura la atención en éste rincón es la belleza del agua turquesa, que se extiende como un espejismo hasta el horizonte. Cuando la marea baja, se puede caminar por cientos de metros hasta la barrera del arrecife. Y cuando la marea sube, se puede nadar como en una auténtica piscina por sus aguas calmas:
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